Fuente Humorera. Lo que el viento se llevó

En el idílico y recóndito Valle de Manzanedo, a orillas del río Ebro, Fuente Humorera, un antiguo pueblo situado muy cerca del nacimiento del río Rioseco, ha sido ocupado por un particular que, no contento con privatizar un pueblo entero tras derribar todas sus antiguas casas de piedra, bellos ejemplos de la arquitectura tradicional de la comarca, ha usurpado incluso su nombre para crear una sociedad mercantil denominada Fuente Humorera S. L.

Un cerramiento cinegético mantiene valladas cerca de 1000 hectáreas de monte y los caminos públicos han sido cerrados. Pueblos enteros permanecen inaccesibles e incluso lo que queda de la vieja iglesia románica de San Román de Fuente Humorera se encuentra en el jardín de la casa de este usurpador.

Curiosamente, quien hace estas cosas presume de «ecologista» y de defensor de la Naturaleza. Como una nueva edición modernizada de Pablo de Tarso, «Alfonso Pérez-Andújar, un dandy rural que calza zapatos franceses y usa anchos tirantes ‘Cabelas’ y gorra de basket, se cayó del caballo y descubrió la luz…» De esta manera le describía un artículo publicado en el diario murciano La Verdad.

San Román de Fuente Humorera

La vieja iglesia románica de San Román de Fuente Humorera se encuentra hoy en el jardín de la casa del usurpador del pueblo y hasta del nombre del pueblo.

El poeta hispanolatino Aurelio Prudencio relató en un poema las torturas sufridas por el diácono Román. La tradición atribuye a San Román el hecho milagroso de continuar predicando después de que le cortasen la lengua. Como San Román, seguiremos denunciando el expolio de la pequeña iglesia dedicada a este santo en Fuente Humorera, así como de todo un pueblo y de sus caminos, aunque nos corten la lengua.

Dice Javier Marías en un interesante artículo que «Uno de los momentos más temibles en la historia de cualquier país se produce cuando a la gente empiezan a parecerle aceptables o incluso normales medidas o leyes que son completamente anómalas y de todo pun­to inaceptables. Suelen aparecer poco a poco, luego se van ace­lerando. Las primeras nunca resultan muy graves -aunque sean injustas, arbitrarias y sin sentido-, y por eso casi nadie se rebela. Pero cuesta creer que a estas alturas no sepamos que después de esas primeras vendrán otras peores, y que por eso hay que denunciar aquéllas, por inocuas que parezcan, y no consentir­las.»

El hecho de que cerrar caminos públicos sea algo muy frecuente y aparentemente no muy grave, ya que todos podemos seguir viviendo como siempre pues es algo que no afecta de forma importante en nuestras vidas, se convierte en algo mucho más grave en tanto en cuanto su consentimiento y aceptación conlleva una paulatina transformación del mundo, su privatización galopante. Si nos quedamos callados y aceptamos situaciones como ésta, poco a poco iremos aceptando otras situaciones quizá más graves o cuya gravedad será mayor aunque sólo fuera por su número.

En una época en la que tanto nos preocupamos por la memoria histórica, por nuestro patrimonio cultural y por la historia de nuestros pueblos, es inaudito que se privaticen los caminos históricos y pueblos enteros, por pequeños que sean y por muy abandonados y arruinados que estén. Los viejos pueblos rurales también forman parte de nuestro patrimonio y también deben ser protegidos. Son una parte importante de nuestra historia. Los caminos públicos también son parte de nuestra historia, pero además, son públicos para que cualquiera pueda circular por ellos aunque no tenga necesidad de acudir a ningún sitio determinado, aunque sólo sea por el placer de caminar y de recorrer los paisajes de nuestra tierra.

¿ES VERDAD QUE TODO TIENE PRECIO?

¿SE PUEDEN COMPRAR PUEBLOS?

¿SE PUEDEN COMPRAR CAMINOS?

¿SE PUEDEN COMPRAR LAS AGUAS, FUENTES Y MANANTIALES?

¿SE PUEDEN COMPRAR LOS PAISAJES?

Para quienes el mundo es un mercadillo en el que todo, absolutamente todo, se puede comprar y vender y en el que todo, absolutamente todo, tiene un precio, y si no lo tiene todavía es porque hay que «ponerlo en valor» para que lo tenga… la respuesta a todas estas preguntas es SI.

Lo que hace este señor que ama tanto a la naturaleza encaja perfectamente en la lógica de eso que llaman ahora «capitalismo verde». Un interesante programa radiofónico explica en qué consiste: programas radiofónicos